Domingo 6 de Octubre
El día ha pasado cargado de situaciones
terribles e incómodas.
Para empezar, madame decidió que era
hora de dejar de escondernos de la prensa.
Nos obligó a ir al club deportivo, mencionó que tarde o temprano se
darían cuenta que no tenemos nada que ver y los rumores sobre nuestro falso
noviazgo acabarían más rápido.
No pude concentrarme en la cancha de
tenis, unos cinco reporteros lograron colarse en el club, nos seguían de cerca,
nos tomaban fotos y estaban incomodándome por completo.
Chase traía puestas unas gafas oscuras
que no se quitó en ningún momento durante el día, sospecho que trae ojeras otra
vez. Hubo un momento en el que me dejó sola en la cancha y como si fuera poca
presión, adivina quién apareció en medio. El insoportable Zigmund Kydd, sí, el
mismo del escándalo de la otra noche, vistiendo un traje de tenis y cargando al
hombro una bolsa con sus implementos.
—¡Hola, Meg!— saludó coquetamente.
—No vuelvas a hablarme.
Di media vuelta intentando huir de él,
pero me tomó del brazo para detenerme y los periodistas al rededor se acercaron
más para captar el momento.
—Vamos Meg, esto nos conviene a ambos,
tú te haces famosa, yo vuelvo a las portadas ¿Qué te parece?—susurró.
—No muero por salir en los periódicos.
—Lo lamento, yo sí.
Zigmund se lanzó sobre mí intentando
besarme, forcejeé con él y para librarme tuve que propinarle un rodillazo en su
área noble. Zigmund se dobló de dolor y
cayó al suelo. Rápidamente un flash captó el momento. Me giré en su dirección y
hallé al fotógrafo.
—¿¡Qué quieres fotografiar idiota!?— estaba completamente fuera de mí.
Le quité la cámara de las manos, la
lancé al piso y la hice añicos ante la mirada llorosa del reportero. El resto
de sus colegas se acercaron para fotografiar el hecho.
Lo admito, no debí hacerlo, pero en ese
momento no era yo. Créeme, mi versión malvada se apoderó de mí y en verdad lo
siento, descargué toda mi ira con el reportero. ¿Qué harías tú si tuvieras a un
grupo de paparazis siguiéndote a todas partes?
Chase me tomó de la mano y a toda
carrera me alejó del escándalo, subimos a su auto y partimos sin rumbo.
No pude, en verdad traté de contenerme
pero no pude, lloré y dejé salir en forma de lágrimas toda mi cólera y
frustración. Chase me había llevado de vuelta a su lugar especial y ahí en
medio de la nada dejé salir todo lo que tenía guardado en mí. Sentía que mi mar
de lágrimas podría regar todo el bosque.
Chase se sentó junto a mí y aunque no
dijo nada su sola presencia me ayudó a mantenerme. Quería volver a casa, a mi
verdadera casa y en momentos como este me hacía falta realmente un abrazo de mi
madre, una palabra de aliento de mi padre. Recordarlos no hizo más que traerme dolor.
En ese momento sentí que me ahogaba, que no podía con todo lo que me pasaba y
como por arte de magia terminé en los brazos de Chase, dejé de llorar por la
sorpresa y noté que él me apretaba con fuerza contra su pecho.
—Tranquila Meg, sólo resiste un poco
más. Todo esto acabará pronto.
Me sorprendió lo serio y maduro que
sonó en ese momento y al darme cuenta de la embarazosa situación en la que
estábamos me sonrojé al límite, me alejé de sus brazos y le agradecí en voz
baja sin darle la cara.
En otra ocasión él se hubiera burlado y
hubiera aprovechado la situación para regodearse de lo irresistible que es para
las mujeres, pero no lo hizo. Se quedó callado mirando al horizonte. Tal vez
después de todo Chase sí es una buena persona.
Al llegar a la mansión nos abrimos paso
como mejor pudimos entre un mar de reporteros, madame ya estaba enterada del
incidente de la cámara y parecida muy molesta, afortunadamente Chase la detuvo
calmadamente y ambos me dejaron el camino libre hasta mi habitación.
Pasé el resto del día tumbada en mi
cama desde donde escribo estas líneas, Ian ha llamado a mi puerta un par de
veces pero no he respondido, hoy no tengo ganas de nada, mañana cuando mis
ánimos mejoren me disculparé con madame por mi mala actitud y tal vez también
tenga que hacerlo con el reportero.
*/*/*/*Por la noche
Cuando pensé que todos estaban dormidos
bajé a la sala y encendí la tv. Lo primero que vi me enfrió el cuerpo.
“La nueva niña mimada de la farándula,
protagonizó otro escándalo hoy tras golpear a un reportero y luego destrozar su
cámara”
Se mostraba la foto del momento
preciso. Apagué la televisión con el control remoto.
Ian apareció a mis espaldas.
—Has estado evitándome todo el día.
—Lo siento, no quiero destruir algo
preciado para ti.
—Meg, sé que puedes sentirte sola en
esta mansión pero sabes que tienes un amigo para escucharte. Siempre que me necesites.
—Gracias Ian.
—Y aunque parezca increíble Chase
también es de confianza. Créeme que él ha pasado por peores escándalos que los
que tú estás viviendo y ha sabido reponerse.
—¿En serio?
—Sí. Luego de la muerte de su padre,
los problemas financieros que afrontó madame y el acoso en su escuela, Chase
andaba en los tabloides desde pequeño, pero míralo ahora, el sigue en pie, no
se dejó hundir por lo que un idiota escribió sobre él.
—Entonces si el idiota de Chase pudo,
yo también podré, ¿No?
Asintió con la cabeza.
Luego de nuestra plática Ian me condujo
al sótano de la mansión donde había un montón de cajas apiladas llenas de polvo
y telarañas. Se notaba que nadie las había movido en años hasta hoy. Y sabía
por qué. Los tabloides guardados en su interior eran como los X files de la
familia Marshall, todos sus escándalos y problemas, la mayoría tenían que ver
con Chase. No voy a mentirte, no alcancé a leerlos todos, les eché una rápida
ojeada pero puedo decir que las pocas cosas que leí no pintaban bien y pude por
un segundo sentirme afortunada que la prensa no sea tan malvada conmigo.
Por favor, ¿Qué más puede pasarme?
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